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ENCUENTRO
Nunca me imaginaria que estaría viviendo en el mundo humano, pero sobre todo con estos sentimientos. Sólo ira, tristeza, rencor, ansiedad. Y pensar que he estado en este mundo desde mis seis años… ocho años encerrada en un mundo podrido en el que todos los humanos solo buscaban ser importantes o dichosos.
Mi vida no tenía sentido y era extraña. Intenté encontrar alguna razón para vivir, aunque fuera estúpida y sin sentido. Busqué entre las mil formas de buscar el camino más alargado para vivir más tiempo, solo por no morir antes de lo previsto. ¿Y si morir fuera lo mejor? Hah, si, en cualquier caso es lo mejor, pero… era el demonio más fuerte del inframundo, sería un desperdicio de mi brillantez. Entonces, una vaga idea se cruzó por mi cabeza. Era estúpida y descabellada, pero…
Vivir sólo para apoderarme del inframundo entero. Me apoderaré del infierno, de celestia, de todos los mundos. Todos me respetarán y se inclinarán ante mí. Reinaré como el ser supremo por siempre.
Entonces, el mundo humano solo era un lugar donde calentar. El día en que estuviera preparada, mataría a Rey del Infierno, Krichewskoy. Llevaría a cabo mi venganza muy pronto y entonces yo, y solo yo, tendría todo el poder.

Pero entonces, cuando pensé que mi destino ya estaba escrito, sucedió algo inimaginable para mí. Todo comenzó un día de invierno en que la tenue nieve caía lentamente y sin prisas antes de hacer uno con el frío suelo. Andaba como siempre lentamente por los callejones, pensando, solo pensando. Podía permitirme vivir gracias a una casa ya abandonada a la que ningún humano se atrevería a entrar, era realmente terrorífica para ellos y se hallaba entre los callejones de la ciudad. Aún en mi forma humana, podía permitirme no comer durante semanas, incluso meses. Los demonios prácticamente nos alimentábamos de la ira de las personas, por lo que tenía comida de sobra.
Una sensación rompió el hilo de mis pensamientos. ¿El aura de un ángel? Pero… ¿Qué haría uno de esos idiotas por aquí? Todos los seres que provienen del inframundo, poseen la habilidad de sentir el aura de otros seres que proceden del mismo lugar. Cada uno, dependiendo del tipo que sea, tenía una sensación y color distinto de aura. Ya me había encontrado con algunos ángeles antes, pero sólo son unos tarados que tienen escritos en la frente “Soy un idiota que ama la paz”. Me paré en seco. Como esperaba, oí pasos que se acercaban cada vez más. Un aura asquerosamente… Miré hacia atrás sin moverme un centímetro... ¿Blanco? ¿Qué le pasaba a mis ojos? Todos los colores en una solo persona eran imposibles, pero lo veía claramente. Era un ángel en forma de humana. Su cabello era largo, le llagaba hasta la parte madia de la espalda, anaranjado, llegando a rubio, no tenía flequillo, el pelo de ambos lados de la cara baja por su rostro y acababa justo debajo de las orejas, pero un mechón pequeño le brotaba de la línea del pelo, que la tenía casi indefinida. Había algo que impresionó. Su ojo derecho era grisáceo con tonos azules, pero su izquierdo era de un azul brillante y acogedor, imitando el cielo en un verano caluroso. Un brillante colgante, un llamador de ángel decoraba su cuello. Vestía una casaca blanca y botas con bordes esponjosos, realmente, si no fuera por su pelo naranja que destacaba tanto, podría pasar desapercibida en cualquier lugar. Era totalmente diferente a mí.
-Eres Yami, ¿verdad?-preguntó.
-En efecto.-dije dándome la vuelta-Pero no necesitas mi nombre para matarme, ¿sabes?-sonreí-¿Te ha mandado Serafín a eliminarme?
-No. Él no sabe que estoy aquí-dijo seria.
-¿Entonces por que me hablas? No me hagas perder el tiempo, tengo cosas mejores que hacer que hablar con un estúpido ángel.-dije mientras me daba la vuelta de nuevo.
Ella se quedó con los ojos fuertemente abiertos, y antes de poder si quiera dar un paso al frente gritó:
-¡¡Espera!!¿¡Acaso no sabes quién soy?!-dijo dando un paso adelante, parecía nerviosa por alguna razón, o a lo mejor sólo fue mi imaginación.
-¿Debería de saberlo? Actúas como si me importara lo más mínimo quien coño eres.-contesté mientras empezaba a caminar de nuevo.
Ese estúpido ángel solo he hizo perder el tiempo. Sólo alivió un poco mi aburrimiento. Pero antes de que atravesara el callejón y llegaba al final de este, dijo:
-Soy “La Aprendiz”, la elegida por Seraph Lagminton para sucederle.
Se hizo un silencio, el silencio más largo e incómodo desde entonces. ¿Era posible que aquella persona estuviera ahí? Me di la vuelta bruscamente. ¿Qué pretendía contándome algo así?
-¿Tienes alguna prueba?-pregunté.
-Eres Yami Shiraiwa, tienes 14 años, eres media humana, media demonio, no tienes padres y tienes una obsesión con las pistolas, siempre luchas con ellas.-dijo sin pausas
Impresionante. ¿Cómo pudo saber eso? Nadie sabe mi nombre, solo me llaman “la innombrable” y es imposible que alguien conozca mi edad. Según me dijo un día mi padre, el dirigente de celestia, Seraph Lagminton, estaba buscando un sucesor. Fue una noticia muy pintoresca y todo el mundo hablaba sobre ello, deseando ser su sucesor, pero cuando Serafín, o “el supremo”, como le llamaban algunos ángeles, había dejado claro que él no elegía su sucesor, sino el destino, todo el mundo comenzó a odiar a “la aprendiz”, o así llamaban a la verdadera sucesora. Eso era lo único que sabía sobre ella.
-¡¿Cómo lo sabes?!-pregunté ansiosa.
-La misión de el sucesor del supremo, aparte de sucederle, es guardar la información de toda celestia en su mente, protegerla y arriesgar su vida por ella, como ha hecho el desde que reinó en celestia. Sé sobre todo y todos. ¿Me crees ahora?-dijo con voz temeraria.
-…Está bien, pero… ¿Para qué quieres que sepa que eres la aprendiz? Si tanto sabes sobre mi, deberías saber que puedo matarte en cualquier momento. Diciéndome eso, solo empeoras tu posición.
-Pero no sería justo que yo supiera todo sobre ti y tú nada sobre mí. Ahora estamos iguales.-dijo con una leve sonrisa.
-Vosotros los ángeles siempre actuando tan estúpidamente.
Como sea, no te necesito, lárgate con tu serafín, morirías rápidamente si sigues aquí.-dije con asco
-¿¡Estás preocupada por mi?!-dijo con los ojos levemente abiertos.
-¡NO! ¡¡Sólo deja de molestarme, joder!!-me di la vuelta con la intención de alejarme definitivamente, pero se me ocurrió una idea descabellada. Sonreí para mi misma aprovechando que estaba de espaldas. Podría usarla para que me de la información más oculta de celestia, y entonces, podré saber los puntos débiles del supremo y aniquilarle. Reinaré tanto en el infierno, como en celestia.
Me paré en seco.
-¿Por qué?-pregunté
-¿Eh?
-¿Por qué estás aquí?
-Bueno… yo… Me he fugado de celestia para buscar mi verdadera identidad aquí.
-¿Tu verdadera identidad?
-Antes yo era una humana, pero he adoptado diferentes caracteres de otros humanos que me han creado a partir de su alma limpia. Me gustaría averiguar como era yo antes y quienes me han cambiado.
-¿Y has venido para que te ayude?
-S-si, no se me da bien el mundo humano. Sé que me vas a rechazar pero te daré cualquier cosa que quieras a cambio.
-Bien, te ayudaré.
-¿¡En serio?!-dijo atónita.
-A cambio…
-¿Qué?
-Sabes perfectamente que es una Infra 35, ¿verdad?
Dio un sobresalto y me miró fijamente.
-…Pero… esa pistola está manufacturada en inframundo.-dijo con una leve voz.
-Exactamente, consígueme una y te ayudaré.
-Está bien, te la traeré mañana aquí a la misma hora.
Dicho esto, ella se convirtió en ángel en un solo y rápido movimiento. Batió sus alas y surcó por el cielo mientras yo seguía deambulando por las frías calles sin inmutarme de la gran tormenta que aún estaba por caer.

Continuará…

Carta de colores de las auras:

Rojo: energía, fuerza, ira, peligro, arrogancia, rebeldía.
Naranja: autocontrol, ambición, coraje, consideración, falta de voluntad, apatía.
Índigo: benevolencia, intuición elevada, búsqueda, encuentro, indecisión.
Amarillo: optimismo, felicidad, intelectualidad, amistad, indecisión, fácil manipulación.
Verde: paz, sanación, compasión, falta de honestidad, celos.
Azul: espiritualidad, lealtad, creatividad, comprensión, sensibilidad, melancolía.
Violeta: elevada espiritualidad, sabiduría, intuición.
Rosa: amor, sinceridad, amistad.
Gris: depresión, tristeza, agotamiento, baja energía, escepticismo.
Marrón: avaricia, egoísmo, testarudez.
Negro: falta de energía, enfermedad, muerte inminente.
Blanco: equilibrio perfecto.

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